lunes, 14 de noviembre de 2011

Certeza

Dicen los que saben que un día desperté y ya no estabas a mi lado; que me puse a correr como una loca por la casa vacía de tu recuerdo. También dicen que, al no encontrarte, regresé a mi cama y me recosté. De ahí nadie pudo moverme.

Dicen los que saben menos que los días transcurrieron en la más completa miseria, que los días y las noches estaban destinados al abismo, que el frío de la habitación heló por completo la casa y todos los que estaban a mi lado salieron sin percatarse de lo que pasaba conmigo. También dice que me quedé con los labios morados por la temperatura y secos a falta de compañía.

Dicen los que me vieron por la ventana que nunca me moví, que se convencieron de que vivía porque mi reflejo seguía en el espejo y porque el vaho de mi respiración empañaba las ventanas de todo el lugar y ellos me veían porque no me podían ver.

Dicen los que me oyeron que mis sollozos les permitían saber que seguía ahí; también dicen que mis lágrimas sonaron cuando me quedé sola esa mañana y que sonaron más cuando todos decidieron que tenía que estar sola para que mis demonios volaran por la habitación.

Yo supe que después de escucharlos abrí los ojos, y supe que los días y los años no habían pasado, que seguías a mi lado como el invierno pasado y como la vida anterior.

lunes, 30 de mayo de 2011

Parafernalia

Necesitaría tenerte aquí,
cerca
más cerca
no tanto, espera
para que deje de extrañarte
[aunque todavía no te extraño tanto
(eso espero, qué difícil sería extrañarte)]

Eres un adorno en mi vida
un adorno bonito, con flores y diamantina
eres las luces, el mar, la vida, el aire
eres
porque no creo que dejes de serlo,
[te va muy bien, lo juro]
eres
y ya.


¿Por qué escribirte?
Para ser
para que seamos
para no ser espacios en blanco
(son incómodos, como arena
te absorben y te vuelven nada)
para que en medio de nuestra infinitud
sepamos que somos igual de finitos
como el punto que termina las líneas de mis manos.

viernes, 22 de abril de 2011

Balas de aire

Cuando cayó sobre mi mano la primera gota de lluvia de abril, no supe si llorar o maldecir al cielo.

Cuando miré las nubes que se juntaban alrededor del sol no supe si preocuparme o enternecerme.

Cuando la pequeña gota se disgregó en miles de espejos luminosos sin que alguien hiciera algo, me pregunté: "¿qué pasó, quién se atrevió a asesinar la única muestra de cordura que quedaba en el mundo?"


Y una voz en mi interior me dijo: "Son las balas de aire. Las mismas que se disparan cuando las cosas salen bien; las mismas que hacen que, el día de hoy, sigas mirando al cielo"

sábado, 2 de abril de 2011

II. Vigilia

Después de todo, permanecer despierta no es tan malo. Los sentidos están más desgastados que mientras se está dormido, la sangre fluye por todo el cuerpo sin lograr distraer al sueño y sin conseguir un despertar a la realidad.

Hay gente que piensa que no puede rescatarme de mí misma, de lo que soy y seré hasta el final de mis días.
Soy miedo, soy sangre y entrañas que duelen, que lastiman; también soy corazón, lógica y desesperación. Soy vida, soy ganas, soy suerte, soy delirio, soy lo que más odian pero también lo que más aman en el mundo. Soy una televisión descompuesta, un animal herido que le aulla a la noche, un bote a punto de naufragar, un estandarte después de la conquista, una bandera blanca de tregua en medio de la guerra y la destrucción.

El mundo es lo mismo que yo, es lo que fui.
Fui cenizas, fui una colilla de cigarro desechada, fui lo mejor y lo peor que les pudo pasar. Fui envidia y coraje, gula y lujuria; fui olvido y recuerdo, fui un eterno retorno, fui lo que soy y lo que no seré, fui dos manos tocándose, fui un beso frente al mundo desechado por el alma.

Hay gente que siente que no podría rescatarme completa, que cree poder rescatar mi cuerpo, pero no mi alma. Hay gente que, en medio de su rescate, planea hundir mi cuerpo en un mar de lodo porque sabe que, a pesar del tiempo, no he aprendido a nadar...


domingo, 6 de febrero de 2011

I. Pesadillas

Mis genes incluyen en suicidio como parte primordial de mi vida. Era una idea que se cristalizó desde el momento en que mi familia comenzó a pensar que más valía quemarse en las llamas del infierno que soportar el castigo de un dios inmisericorde que los mantenía atados al mundo sin la mínima esperanza de sanación.

Hace años planeé una muerte digna, que me permitiera evitar el paso del tiempo, que me dejara escapar de esta realidad mía tan poco satisfactoria; quizá el dolor más grande para mí sería no lograr mis planes como quiero, permanecer en este mundo lleno de tristeza y lágrimas a pesar de mis vanos intentos de sucumbir. ¿Un edificio alto, una pistola, un veneno, sobredosis de drogas? Probablemente sea todo tan efímero que no podría despertarme de un sueño tan voraz, de este agujero negro que se come todo a mi alrededor.

El sudor que corre por mi frente, mis ojos cerrados ante la dureza de mi vida, de lo que pasa en cada milímetro de mi espacio; el vacío bajo mis pies, la sensación de vértigo, de la caída inminente; no despertar más de esta oscuridad que me llena de tristeza, la desesperación...

Y mis ojos se van abriendo poco a poco, sin urgencia alguna, como si quisieran darme una lección de vida... o de muerte.