Cuando cayó sobre mi mano la primera gota de lluvia de abril, no supe si llorar o maldecir al cielo.
Cuando miré las nubes que se juntaban alrededor del sol no supe si preocuparme o enternecerme.
Cuando la pequeña gota se disgregó en miles de espejos luminosos sin que alguien hiciera algo, me pregunté: "¿qué pasó, quién se atrevió a asesinar la única muestra de cordura que quedaba en el mundo?"
Y una voz en mi interior me dijo: "Son las balas de aire. Las mismas que se disparan cuando las cosas salen bien; las mismas que hacen que, el día de hoy, sigas mirando al cielo"
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Órale, a decir lo que se le venga a la mente