domingo, 6 de febrero de 2011

I. Pesadillas

Mis genes incluyen en suicidio como parte primordial de mi vida. Era una idea que se cristalizó desde el momento en que mi familia comenzó a pensar que más valía quemarse en las llamas del infierno que soportar el castigo de un dios inmisericorde que los mantenía atados al mundo sin la mínima esperanza de sanación.

Hace años planeé una muerte digna, que me permitiera evitar el paso del tiempo, que me dejara escapar de esta realidad mía tan poco satisfactoria; quizá el dolor más grande para mí sería no lograr mis planes como quiero, permanecer en este mundo lleno de tristeza y lágrimas a pesar de mis vanos intentos de sucumbir. ¿Un edificio alto, una pistola, un veneno, sobredosis de drogas? Probablemente sea todo tan efímero que no podría despertarme de un sueño tan voraz, de este agujero negro que se come todo a mi alrededor.

El sudor que corre por mi frente, mis ojos cerrados ante la dureza de mi vida, de lo que pasa en cada milímetro de mi espacio; el vacío bajo mis pies, la sensación de vértigo, de la caída inminente; no despertar más de esta oscuridad que me llena de tristeza, la desesperación...

Y mis ojos se van abriendo poco a poco, sin urgencia alguna, como si quisieran darme una lección de vida... o de muerte.