domingo, 6 de diciembre de 2009

El poder de la mirada

No puedo describir la última vez que pude experimentar una sensación tan rara y a la vez tan gratificante; ni siquiera recuerdo cómo fue que pasó ni quién fue testigo. Esas cosas no habían despertado alguna creencia en mi desde hacía ya mucho tiempo.
Pero todo sucedió de nuevo y no pude más que dejarme seducir por un momento que parecía mágico y me ofrecía una misteriosa oportunidad.

Sólo recuerdo que lo vi de lejos una sola vez; sus ojos se encontraron con los mios por un instante que me pareció eterno, que detuvo el tiempo. Después nuestras miradas se separaron para no encontrarse a pesar de mis vanos intentos; pero ahí estaba de nuevo, y ya no eran solamente esos ojos claros que me habían cautivado, sino su cuerpo entero erguido frente a mi. Me quedé pasmada hasta que un ruido extraño me despertó de mi ensueño y me hizo saber que más allá de ese ser había una realidad que me llamaba a gritos.

Desde ese instante las miradas se convirtieron en un código que no recuerdo, en mensajes que desconozco y que no he hallado; el contacto ni siquiera era necesario porque su perfume llegaba a mi a través del aire, sus manos y sus brazos me tocaban cada vez que sus ojos se posaban aunque fuera un instante; la búsqueda de lo inefable en medio de la multitud había comenzado sin que me diera cuenta.

Y sin esperarlo ya estaba de nuevo frente a mi, dispuesto a hablar... hasta que una nueva oleada de música, personas y desventuras nos separó para nunca más unirnos.

Ahora que los días han pasado me queda el recuerdo de esos ojos mirándome fijamente sin parpadear y la sensación de haber escuchado palabras nunca emitidas.
No quiero ni siquiera imaginarme su voz. El misterio de ese encuentro es lo que mantiene la esperanza de escuchar lo que no se pudo decir y que probablemente nunca será escuchado.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Soledad...

Hace unos días mi sobrino me preguntó qué era la soledad. Mi sorpresa no fue pequeña, creo que nunca piensas ser cuestionado por un niño de 4 años acerca de un tema tan difícil y tan socorrido.

Obviamente no pude responderle como quisiera, como mi corazón dictaba en ese momento; opté por decirle que es estar en tu casa cuando tu mamá se va a comprar la comida y no tienes nadie con quien hablar. Creo que esa respuesta lo satisfizo.

Pero yo no estaba muy conforme con lo que le había dicho, mas aún porque nunca le había mentido a un niño. ¿Acaso mentí? Creo que sí, porque esa respuesta no era ni siquiera una parte de todas las ideas que me pasaron por la cabeza.

A decir verdad ni siquiera yo sé qué es la soledad... solo sé que me aterra. Considero que si la he experimentado, que he estado sola infinitas veces, en esas ocasiones en que todos voltean la cara para no ver la desgracia ajena y no sentirse infinitamente miserables.

No interesa tener mil amigos si ninguno de ellos está a tu lado cuando en verdad lo necesitas, cuando tienes ganas de llorar, cuando estas destrozado, cuando sientes que algo te falta y no puedes saber qué es. Eso es la soledad.

No sirve de nada expresar todos tus sentimientos si jamás llegan a ser comprendidos, si no son escuchados por aquellas personas que te gustaría que los supieran. Eso es la soledad.

Cuando un día despiertas con una inmensa presión en el pecho que te oprime hasta dejarte sin respiración y entiendes que todas las cosas que creíste llegarían a ser maravillosas no son ni siquiera un esbozo de lo que imaginaste y tienes que eliminarlas de tu vida aunque en esa acción se vaya la mitad de lo que eres. Eso es la soledad.

El problema no es saber todo esto, sino no encontrar las palabras exactas para resumirlo.

Tal vez en unos años la duda vuelva a asaltar a mi sobrino y de nuevo pregunte; creo que para ese entonces sabré explicarle y el podrá entender todo aquello que callé esta ocasión. Probablemente siga siendo un asunto inefable.

Pero al final solo falta vivirlo para saber que esta sucediendo...

sábado, 17 de octubre de 2009

A nutrirse de algunas frases para los jóvenes...



La espera terminó... o por lo menos aminorará enormemente otra espera...

El próximo 3 de noviembre saldrá a la venta el esperado disco solista de Julian Casablancas, vocalista de The Strokes, titulado Phrazes for the young. Es sin dudar uno de los discos más esperados del año, no sólo por la calidad musical que presenta, sino porque nos permite esbozar en nuestra mente una idea de lo que será el cuarto álbum de estudio con el quinteto neoyorquino.

Su primer sencillo, 11th dimension, ya tiene un par de semanas sonando en la radio; en esta canción Casablancas retomó un sonido bastante ochentero, con teclados y sintetizadores bastante marcados y una voz un poco más diluida en la melodía. Lo interesante es que su trabajo no tiene ningún parecido con lo que antes hemos escuchado: su experimentación con el pop y la música electrónica da una idea bastante clara de las preferencias musicales que ha mantenido resguardadas del sonido rock de The Strokes.

Aunque anteriormente había participado en otros proyectos (con Queens of the Stone Age en "Sick, sick, sick", en la campaña de Converse a lado de Pharrel Williams y Santigold y más recientemente en el disco Dark side of the soul con "Little Girl") esta es su consolidación como artista: se ha separado un poco de lo convencional y está apostando su talento en algo completamente diferente.

Mientras tanto, el nuevo disco con su banda, cuya fecha tentativa de lanzamiento era a finales de este año, se ve aún lejano debido a los diversos proyectos alternos de algunos integrantes (Fabrizio Moretti con Little Joy, Nikolai Fraiture con Nickel Eye y Albert Hammond Jr. como solista).

Sin embargo, esperemos que estos proyectos hayan logrado llenar las expectativas de sus respectivos emprendedores y que próximamente se vislumbre en la escena musical un nuevo álbum que sepa rebasar a sus predecesores y colme nuestras ávidos oídos con una dosis de buena música.

lunes, 10 de agosto de 2009

Y si...

Hace mucho que no escribo. Bueno, de hecho en este preciso momento estoy haciendolo; pero me refiero a escribir un cuento, un poema, no sé, algo. Probablemente no lo hago desde hace dos años mas o menos. Los culpables: aquellos escritores que he leido a lo largo de estos cuatro semestres de estudios universitarios.
Pero tal vez no tienen toda la culpa. Mi cerebro es el principal culpable. Las ideas ya no fluyen como solían hacerlo, y si alguna de ellas logra permanecer en mi cabeza más de dos días es cruelmente asesinada por un excelente verso de no-sé-qué-poeta que no me permite externarla.
A veces pienso en escribir sobre el amor... porque estoy enamorada, ¿o no?; es algo dificil de explicar, creo que ni siquiera sé con exactitud qué es este sentimiento que hierve en mi pecho. Luego considero que es un tema bastante acabado, que sólo me frustra, que no me permite sacar todos mis sentimientos. ¿O tal vez son las palabras? Ya alguien las culpó alguna vez, así que no debería retomar ese tema.
Entonces se me ocurre escribir sobre la soledad... mas no sé qué es la soledad, ni siquiera la he sentido. Le temó desde niña, nunca he podido estar sola más de una hora sin sentir que mis miembros se paralizan de miedo. ¿Pero de verdad es miedo? ¿No puede ser solamente una repuesta involuntaria al frio de una habitación en la que solo estoy yo?. Definitivamente no encuentro cómo expresar lo que me ocurre. De nuevo son las palabras.
Luego pienso... esperen, ya ni siquiera surgen ideas en mi cabeza. Eso esta mal. Se supone que un buen ejercicio para alguien cuya carrera depende de la literatura es escribir. ¿Y si nada de lo que escribo me gusta, acaso es un pecado? ¿Y si no sé qué es cribir? ¿Y si no encuentro la manera de expresarlo, aunque las palabras sean suficientes?.
Que curioso, veo que sin planearlo he podido escribir algunas líneas. Tal vez si dejo de quejarme y simplemente tomo el teclado sin un pensamiento deliberado salga algo interesante.
¿Y si esa técnica no funciona? ¿Y si mejor dejo de intentar escribir otro rato?...